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Esprit Prospectif
19 mai 2021

La serenidad del ocaso : La sérenité du crépuscule

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Par Emmanuel LWAMBA

Résumé en Français

C’était le 31 janvier dernier (2021), que le Pape François, depuis la Bibliothèque du Palais apostolique, a institué après l’Angélus la Journée mondiale des grands-parents et des personnes âgées. Une journée qui sera, désormais, célébrée chaque année, dans toute l’Église, le quatrième dimanche de juillet, près de la fête de saints Joachim et Anne, les « grands-parents » de Jésus.  

Se saisissant de cette occasion, Emmanuel Lwamba – partant du constat selon lequel le monde occidental est héritier de la culture gréco-romaine qui idolâtre la force, la beauté et la célébrité, qualités qui se perdent dans la vieillesse et la décrépitude – indique les quelques vertus que doit cultiver toute personne âgée afin de vivre pleinement cette étape de la vie. 

L’auteur, dans le développement de son propos, présente la compréhension actuelle du concept « Futur » à partir du paradigme de l’hic et nunc (ici et maintenant : utiliser puis jeter) fomenté par le matérialisme, l’hédonisme et le relativisme. D’un côté, pour les personnes âgées, ce concept les exclut de la société parce qu’inutiles et sans futur. De l’autre côté, pour les jeunes, futur de l’humanité, ce concept inspire quelques fois frustration et peur d’engagement suite à la coexistence abondante des biens et valeurs, et son pendant qui ôtent de la clarté sur le projet de vie. D’où une invitation à rompre les conflits générationnels et à s’accepter mutuellement comme frères[1].

 

Texte en Espagnol 

El pasado 31 de enero, el Papa Francisco desde la Biblioteca del palacio apostólico, instituyó tras el Angelus la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, que se celebrará en toda la Iglesia cada año el cuarto domingo de julio, cerca de la fiesta de san Joaquín y santa Ana, los « abuelos » de Jesús. Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco ha tenido presente a los abuelos y ancianos. Así pues ha escrito en Dios es Joven : « La juventud no existe y que en su lugar existen los jóvenes. Del mismo modo, no existe la vejez, sino que existen los viejos. Y cuando digo viejosno digo una palabra fea, todo lo contrario : es una palabra preciosa. Tenemos que estar contentos y sentirnos orgullosos de ser viejos, del mismo modo que por lo general se está orgulloso de ser joven. Ser viejo es un privilegio : significa tener suficiente experiencia para poderse conocer y reconocer en los errores y los aciertos ; significa la capacidad de volver a ser potencialmente nuevos, principalmente como éramos jóvenes ; significa haber madurado la experiencia necesaria para aceptar el pasado y, sobre todo, haber aprendido del pasado »[2].

Siendo herederos de la cultura grecorromana que alaba la fuerza, la rapidez y la belleza, rechazamos por ende, la debilidad, lentitud y la fealdad (no ser físicamente atractivos)[3] características propias a la vejez. Si bien el viejo es fuente de experiencia y sabiduría, la cultura del cambio constante, de lo inmediato y del descarte lo discrimina y le hace extranjero a la propia realidad. En este sentido, nos informa Rita Levi-Montalcini que tres son las razones que más alimentan la fobia hacia la vejez en los individuos de la especie humana : « la mayor longevidad, la degradación de los órganos por el uso que tiene su reflejo mayor o menor en los componentes somáticos y el rechazo social del anciano ».[4] Entendida como una carga, la vejez es un proceso complejo dado que es biológico, psicológico, social, cultural, económico, etc. Sabiendo que a cada etapa corresponde un comportamiento, la vejez es una etapa difícil de aceptar, cuyo comportamiento es difícil de integrar porque carece de rito de paso o de iniciación. Si la falta de iniciación de la adolescencia a la juventud se manifiesta por tener un espíritu de aventura, es decir « hacer y probar cosas » porque no se miden las consecuencias, la de la adultez a la vejez consiste en « ser » con tal de aceptar e integrar las virtudes propias de la vejez : « reconciliarse con el pasado, aceptar los propios límites, aprender a convivir con la soledad (no solo estar solo, sino también sentirse solo), el desprendimiento, cultivando la serenidad, la paciencia, la benevolencia, la libertad, la gratitud y el amor para no volverse egoísta »[5].  

Tanto para ancianos como para jóvenes la palabra « Futuro » es aterradora. Para los primeros considerados sin futuro ante sí, la cultura del hic et nunc (aquí y ahora), fomentada por el materialismo, el hedonismo y el relativismo desvanece el futuro, es decir los bienes de la vejez y la productividad en la longevidad y les quita importancia a los ancianos, considerándoles inválidos, ignorantes e inútiles. Para los segundos considerados el futuro tanto de la Iglesia como de la humanidad, es decir los que tienen el futuro ante sí les asusta porque la cultura del hic et nunccaracterizada por la abundancia excesiva del tenerlo todo sin coste alguno y hasta sin esfuerzo provoca en los jóvenes la falta « de reconocer el valor de las cosas, su precio (también su sentido afectivo). De ese modo se corre el peligro de ponerlo todo al mismo nivel y se pierde de vista la gratuidad de las cosas, su carácter de don, toda posibilidad de opción proyectiva, y todo se vuelve indiferente y carente de importancia »[6].

En efecto, si la cultura del hic et nunc aleja las generaciones, el papa Francisco destaca la importancia de que los abuelos se encuentren con sus nietos y que los nietos se encuentren con sus abuelos, porque — como dice el profeta Joel — los abuelos soñarán frente a sus nietos, tendrán ilusiones [grandes deseos], y los jóvenes, tomando fuerzas de sus abuelos, irán adelante, profetizarán.[7]Lo mismo debe caracterizar nuestros presbiterios en el sentido de que las luchas intergeneracionales conducen al abandono y desprecio de los sacerdotes mayores. Una visita semanal de los hermanos sacerdotes jóvenes a la casa de los sacerdotes mayores, quizá sin familia, que le han dado todo a Dios y a la Iglesia diocesana les llenará de alegría y se convertirá en homenaje. Y solo así la vejez, al estilo de Simeón que bendijo a los papás del niño Jesús, será una bendición para con todos y alcanzará su meta que es morir bien para hallar la consumación en Dios.       

 



[1] La tentative de traduction française est de Jean-Luc MULYANGA.

[2] Papa Francisco, Dios es Joven, Conversación con Thomas Leoncini, Planeta, Barcelona 2018, 15-16.

[3] Pienso que si el miedo a envejecer es gerontofobia, la cercanía a los ancianos no es gerontofilia que psicológicamente implica atracción, sino gerantia (de Geras y tia = acercamiento), dado que los viejos no son físicamente atractivos. 

[4] Rita Levi-Montalcini, El as en la manga. Los dones de la vejez, Booket, Ciudad de México 2018, 11-12.

[5] Anselm Grün, El arte de envejecer, San Pablo, Ciudad de México 20174, 31-101.

[6] GiovanniCucci, La fuerza que nace de la debilidad. Aspectos psicológicos de la vida espiritual, Sal Terrae, Santander 20183, 58.

[7] Papa Francisco y Amigos, La sabiduría de la experiencia, Buena Prensa, Ciudad de México 2019, 11. 

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